Con María por un mundo nuevo
* “Conócete a ti
mismo”, en la fe: – Mediante el Bautismo,
tú has llegado a ser, y lo eres realmente, “hijo de Dios”,
en Cristo Jesús, Hijo del Padre y de María. Esta es
una nobleza infinita, pero también un compromiso altísimo,
que requiere de ti una respuesta coherente. – De hecho, el Espíritu
Santo que has recibido en el Bautismo, ha transformado con su gracia
tu vida humana en una nueva Vida, y le concede a tu actuar humano
capacidad y mérito divino, mientras tú permaneces en
comunión con Él. – Y porque eres hijo
de Dios y heredero del cielo, el Padre quiere que tú también
compartas su proyecto misericordioso de salvación para con
toda la humanidad, poniendo a disposición de todos –
en Cristo y en la Iglesia – los dones de naturaleza y de gracia
que Él te ha concedido. * “Conoce “quién
es María”, en la Iglesia:
– Es la Inmaculada
Madre de Dios, que por nosotros ha acogido en su corazón y
en su seno al Verbo del Padre, que ha venido a salvarnos. – Es la humildísima
sierva del Padre, totalmente consagrada a realizar hasta el último
día de la historia humana su voluntad salvadora para con nosotros.
– Es la indisoluble cooperadora del Salvador, su generosa y
heroica compañera en toda la historia de nuestra salvación,
desde la Anunciación hasta la Cruz, y “hasta la realización
plena y definitiva de todos los escogidos” (LG 62): Ha vivido
con Él cada una de sus acciones, pequeña o grande, con
fe firme y caridad ardiente, “para restablecer la vida sobrenatural
de los hombres” (LG 61). – Es el santuario viviente
del Espíritu Santo, Amor eterno, que le ha ensanchado tanto
el corazón como para convertirla en Madre de todos los hombres,
capaces de acoger a todos como hijos – por el testamento
de su Hijo que muere –, y de amarlos a todos con el mismo amor
con el que ama Jesús. – Es la Madre de la Iglesia, sacramento de salvación, su mayor y más perfecta realización: su raíz y su corazón, su completo modelo de amor virginal al Esposo divino y de ternura maternal para con la familia humana, su indisoluble cooperadora en ofrecer a todos la luz de la Verdad y la gracia de la Vida. – Es tu Madre dulcísima, que te acompaña en tu camino de realización y te quiere también capaz de compartir con Ella su misericordia y sus ansias, para que todos los hombres lleguen a ser un solo “hombre nuevo” en Cristo, en su existencia terrenal y en su vocación eterna. * La Madre de Dios te pregunta: – Si quieres “comprometerte con Ella” para llegar a ser en sus manos y en su Corazón un instrumento de gracia y de paz, para la reconciliación de todos y para su salvación eterna. * “¿Cómo?” – No buscando cosas
extraordinarias, sino viviendo con estilo extraordinario (es decir,
con fe sincera y amor ardiente) las cosas ordinarias y cotidianas
de la vida; – pero de manera que tú
no vivas solamente para ti o para tu pequeño mundo, sino “para todos”: pasados, presentes y
futuros, cercanos y alejados, compartiendo con todos las alegrías
y las penas, las fatigas y las esperanzas, “en el hoy de la
tierra” y “en el mañana del cielo”.
– Así tu vida llegará a ser, en las manos de María, un tesoro precioso, en la medida en que te comprometerás en llegar a ser – como Ella – “más persona” y “más cristiano” (honesto, laborioso, abierto a todos), casi un Evangelio viviente. – De este modo, tus acciones se abrirán cada día hacia los ilimitados horizontes de la humanidad: * Te sentirás – como María y con Ella –, “representante” de todos delante del Señor, para adorar, agradecer, ofrecer, orar “por todos”, desde los que viven junto a ti o que encuentras hasta los más alejados en el tiempo y en el espacio. * Te acostumbrarás a mirar a todos con sus ojos de Madre, a
abrirte a todos – dentro de lo posible – con su atenta
solicitud, a hacerte todo a todos con su Corazón, que a todos
ama y acoge. El Espíritu Santo,
que ha guiado a María y vive en Ella, te mostrará de
qué manera puedes “comprometerte con Ella para construir
un mundo nuevo”.
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